lunes, 21 de marzo de 2011

Formas de oponerse


Es curioso cómo a veces la realidad se define mucho más por oposición que por afirmación: lo dulce puede caracterizarse por no ser salado; el alto por no ser bajo; la saciedad por la ausencia de hambre; el niño por no ser adulto.... Es una forma de categorizar nuestro mundo que, en ciertas ocasiones, nos confiere agilidad y economiza el pensamiento, no buscando características que definan algo, sino cualidades que ese algo no tiene. 

Es posible que esto ocurra también en procesos políticos. Así, durante la España de la dictadura posbélica fue el franquismo el que encarnó todas las características y signos de lo que era “malo”, por así llamarlo burdamente. Esto confería ciertas ventajas a la hora de simplificar la siempre compleja realidad política y de posicionarse en aquel momento de la historia. Así, tras la asociación que se hizo en los círculos de oposición entre el franquismo y las maldades y miserias de aquella España con sangre regada, los activistas que luchaban en pro de la justicia social tenían claro que no podían adherirse ni respetar el sistema franquista. Bien, vemos pues que este proceso de definirse por oposición pudiera funcionar. No obstante tiene desventajas peligrosísimas, y es que no todo lo que no es malo puede considerarse bueno, de la misma forma que todo lo que no es blanco no es necesariamente negro.
Es una cuestión de lógica, hay muchas formas de NO ser algo. Así pues, vemos cómo bajo la etiqueta de antifranquista se podían aglutinar muy diversos movimientos y grupos que, valiéndose de NO ser franquistas parecían presuponer o asumir que eso los convertía en buenos, en salvadores de la sociedad. Pues bien, eso sirvió para que, muerto el perro, no consiguiéramos acabar con la rabia: las grandes fortunas del franquismo siguieron intactas; los criminales fascistas jamás fueron castigados; los cuerpos de represión continuaron ejerciendo el insano arte del porrazo; el Tribunal de Orden Público pasó a llamarse Audiencia Nacional (y sigue cometiendo aberraciones jurídicas relativamente similares) y así un largo etc, sin olvidar por supuesto de que la máxima autoridad del estado sigue sin estar sometida a las urnas . Quizás contribuyó a que ahora nos encontremos en este estado de cosas la inocente asunción por parte de ciertos movimientos de que todo lo que NO fuera franquismo sería necesariamente bueno o positivo, vemos pues que esto era falaz y que incluso algunas cosas como las rentas del trabajo o el poder relativo de los salarios han ido a peor, qué paradoja , ¿verdad?. No olvidemos que incluso un grupo tan nefasto como Falange también acabó por oponerse a franco así que, en conclusión, hay que revisar aquello de definirse sólo por lo que NO se es, también hay que proponer lo que se es o quiere ser. Obviamente todo lo anterior se expresa sin olvidar a aquellos movimientos que sí se posicionaron firmemente contra el franquismo y que sabían que no sólo era cuestión de superar la dictadura, sino de no caer en otra, la de los mercados y la monarquía en este caso. Una pena que se vieran traicionados por todos aquellos que se preocupaban más de cómo pronunciar la palabra democracia que de qué significaba realmente. 

Algo similar ocurre en nuestra triste Orihuela, una suerte de etnocentrismo flagelante nos hace creer que todas las penurias sufridas son cosa del pepé local y que, por tanto, todo aquello que no sea PP será necesariamente positivo. No caigamos otra vez en ese histórico error. Que Lorente, Costa, Meseguer etc han destrozado, arruinado y hundido a Orihuela con su enfermiza práctica del latrocinio salta a la vista, al menos para el pueblo, que es quien antes o después juzgará más y mejor que los jueces . No obstante, esa realidad palmaria del gobierno local no implica necesariamente que todo lo que no sea como ellos vaya a ser positivo, mejor, o simplemente justo y razonable. Baste decir que, siendo uno de los problemas más serios de nuestro pueblo la corrupción, lo que aquí ocurre no es cualitativamente diferente de lo que ocurre en otros muchos pueblos del litoral; en la Generalitat; en la Junta de Andalucía; o en general en aquellos lugares donde no se cuestionan los problemas de fondo y se mantienen las mismas formas de gestión económica y de dinámicas del poder, cosas que, por cierto, no mencionan los que aquí enarbolan la bandera del cambio y de lo “progre”, ¿Cómo iban a hacerlo, si allí donde gobiernan o tienen poder, véase Andalucía, el gobierno estatal o la unión europea, han demostrado ser perros de la misma raza pero con collares diferentes?. Así, merced a un análisis en exceso simplista se está creando en Orihuela un extraño clima de utilitarismo electoral en el que hay que destrozar al gobierno local a costa de todo: a costa de renunciar a la propia ideología; a costa de no abordar cuestiones más profundas y de fondo ; a costa de no cambiar lo más mínimo el concepto de poder; a costa también de no hablar de las causas estructurales que pueden conducir a la corrupción. Decir única y exclusivamente que el problema es el PP y es preciso deponerlo de su caciquil trono es insuficiente, no basta decir “otra forma de gobernar” o “se harán las cosas de diferente forma”. Es preciso especificar qué y, sobre todo, cómo se hará. Según afirmaba el sociólogo Alain Touraine todo movimiento social se debe definir por identidad, oposición y totalidad o dicho de otra forma: Qué eres, contra quién o qué estás y qué propones como alternativa. Parece que más de uno prefiere olvidarse de la identidad y la totalidad...quién sabe si para ocultar que se parecen a sus supuestos enemigos mucho más de lo que nos creemos. Que Orihuela necesita un cambio es obvio, pero ese cambio debe definirse y no vale de cualquier forma, estaríamos cometiendo el error de antaño a nivel local, nos quitaríamos de la espalda el yugo de los niños de franco para ahora colocarnos a cualquier precio el de los amiguitos del rey, el otro dictador. 



Karlos Bernabé Martínez

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