El nuevo chascarrillo oriolano podría ser algo así como: ¿En qué se parecen, Rubalcaba, Rajoy, Rodríguez Zapatero y Manolo Gallud? En que todos han acabado sometidos al poder de los mercados. Chanzas aparte, no es comparable la indecencia y baja catadura moral de los políticos nacionales mencionados, con el concejal de Los Verdes que, mejor o peor político, no ha vendido a su país a los bancos ni saqueado su municipio. De igual modo, no se pueden equiparar los “mercados” violentos que están basando su beneficio en el destrozo de la humanidad, con los mercaderes locales que no son más que trabajadores que sobreviven, mejor o peor, con su sudor cotidiano. En cualquier caso quizá haya un nexo de unión entre ambos problemas: si la facilidad con que PP y PSOE nos vendieron a grandes empresas y banqueros está relacionada con la falta de democracia en nuestro país; el problema del mercado local también puede estar ligado a la escasa participación democrática en la gestión local.
Durante los años 80 se popularizó un término conocido como NIMBY, que en inglés responde a la frase “Not in my back Yard” (No en mi patio trasero). Este término se acuñó al percibir un efecto local por el que grupos de vecinos y ciudadanos se mostraban conformes con la construcción o desarrollo de una iniciativa (v.gr. centros de salud mental, líneas eléctricas), siempre y cuando no se hiciera cerca de sus casas. Es decir, se aceptaba una iniciativa, pero lejos. Tanto es así que, en algunos lugares, la traducción propuesta al castellano es SPAN, “Sí Pero Aquí NO”. A pesar de que parece que éste fenómeno se ha abordado sobre todo desde conflictos medioambientales, es evidente que hay un componente de este hecho en el problema del mercado local. Todas estamos conforme con que haya un zoco: para tener acceso a productos de la huerta; para generar empleo local frente a la servidumbre que fomentan las grandes empresas; para que el flujo de riqueza no escape entre las manos de las grandes superficies, cuya contribución fiscal es ínfima; también con el objeto de dinamizar la vida de nuestros pueblos y otros comercios…etc. Es decir, hay consenso respecto a la necesidad del mercado, no así respecto a su ubicación. De algún modo todos queremos disfrutar sus ventajas mediatas e inmediatas, pero hay poca disposición a sufrir sus desventajas (pérdida de aparcamiento, ruido, corte de trazado urbano…).