martes, 16 de abril de 2013

"Por el Derecho a la Vida" artículo de Karlos Bernabé

Muy a menudo las palabras no son el vehículo a través del que conocemos la realidad sino el maquillaje con el que la ocultamos. En política, ese arte es recurrente. Según el lenguaje cotidiano, el pasado sábado coincidieron en tiempo y espacio dos concentraciones: una reivindicando la República y otra a favor del derecho a la vida. Pues bien, si desnudamos lo que a ambas concentraciones subyacía nos encontramos con que, a decir verdad, una concentración era a favor de la vida y la otra en contra del aborto, que son cosas bien distintas.

Los detractores de los derechos reproductivos decían defender el derecho a la vida de los “no nacidos”. Bien, ¿y qué hay de los nacidos?: ¿qué pasa con esos niños paridos en hospitales públicos cada vez más deficientes?, ¿y las niñas que pasan hambre en las escuelas públicas?, ¿qué decir de los niños pertenecientes a ese 20% de pobres reconocidos en España?, ¿y las niñas que ven cómo los bancos amenazan con quitarle el techo bajo el que crecen? Aducirán algunos que nada tiene que ver la concentración contra el aborto con estas cuestiones. Falso: cómo negar las conexiones de estos grupos con las fuerzas políticas más conservadoras y retrógradas de nuestro triste país. Y es que, las más de las veces, los mismos grupos de presión que constantemente demonizan el derecho de la mujer a ser dueña de su propio cuerpo, son aquellos que respaldan a las fuerzas políticas más conservadoras. Así que sí, tiene todo que ver, pues la mayoría de quienes ladran contra el aborto son los que se olvidan de los crímenes de lesa humanidad que, el gobierno del PP ahora, y el del PSOE ayer, cometen poniendo el derecho a la riqueza del capital por encima del cumplimiento de los derechos humanos. En cualquier caso, quizá para algunos la cuestión vaya sólo con los “no natos”. Hablemos entonces de los “no nacidos”: ¿qué pasa con los niños aún no nacidos (las futuras generaciones) que no tendrán derecho a disfrutar los recursos naturales de la tierra por culpa de quienes defienden un sistema económico radicalmente incompatible con la sostenibilidad del medio ambiente?, ¿y los no nacidos que nunca nacerán dado que las jóvenes llamadas a engendrarlos no tendrán un trabajo digno con que mantenerlos?, ¿qué pasa con esas niñas que jamás se gestarán dado que las parejas que habrían de concebirlas se separan y renuncian a su amor por culpa del exilio al que los mercados les condenan?, ¿ y el niño no nacido que ya late dentro de un vientre inmigrante al que niegan el derecho a la sanidad?, ¿qué sucede con esa niña que no tendrá tiempo para pasear con sus padres porque éstos tendrán que estar de sol a sol sirviendo copas en casinos a multimillonarios?, ¿qué pasa con el derecho a la vivienda, la educación, la sanidad y la dignidad que los no nacidos no verán al nacer si seguimos por estos derroteros?



No nos confundamos, el pasado sábado, quienes decían defender el derecho a la vida lo único que defendían es el pretendido derecho de la iglesia católica a marcar dónde y cómo empieza y acaba la vida. Sin embargo, quienes estábamos a unos metros, bajo una bandera tricolor y otra saharaui no hablábamos sólo de república. Hablábamos de democracia, sanidad, educación, vivienda, justicia….de aquello que, en definitiva, conforma el derecho a una vida digna. Y es que, desde hace largo tiempo y por mucho que a algunos les pese, en esta tierra la defensa del derecho a la vida es anticapitalista y republicana.

Karlos Bernabé

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