martes, 16 de noviembre de 2010

El Sáhara nos señala

Estamos más que acostumbrados a que, tras sucesos como los acaecidos estos días en los territorios del Sáhara, se prodiguen fórmulas genéricas y esperanzadas de repulsa que desean una pronta solución. Y punto; nada de señalar responsables ni de analizar causas empíricas del conflicto o reconocer culpables, nada , en definitiva, más allá de los tan buenos como inútiles anhelos místicos que esperamos que, como por ensalmo, resuelvan la situación. O quizás lo único esperado sea salvar un poco el ego y sentirnos más útiles y menos cómplices.

Se puede, sin embargo, elegir la otra vía, es posible indagar y extraer datos y realidades que nos permiten ver con mayor claridad quién es quién en problemas como el del Sáhara, problemas que son, por cierto, más norma que excepción en el globo. Es posible, también, abandonar el discurso melifluo y aséptico que con una gran sonrisa y tratando de evitar posicionarse emplean nuestras autoridades continuamente (no vayan a soliviantarse aliados y poderosos). No sería descabellado entonces, si se elige ese camino, decir sin ambages ciertas cosas. Buen comienzo sería
recordar que el estado español ejerció de potencia colonizadora, con toda la violencia que ello conlleva, y eso no es baladí a la hora de explicar muchas cosas que siguen sucediendo hoy. Más tarde, al tornarse insostenible la situación vino el abandono (militar) de los territorios ocupados y la espectacular lavada de manos, la cual, por cierto , renunció a mantener banderas pero no a las prerrogativas económicas. A partir de aquí, empieza la historia del neocolonialismo y de la neotraición. Un pesoe con algo de izquierdismo residual en su seno dijo al pueblo saharaui cosas como: “No os prometo me comprometo ante la historia al deciros que el PSOE estará con vosotros hasta la victoria final” Felipe González (1976). Pero claro, esa ·”victoria final” hubiera supuesto una revolución, un avance hacia una igualdad y una emancipación económica que los grupos de poder occidentales no podían tolerar. Así que el abandono fue progresivo, se reforzaron lazos y alianzas económicas con el nuevo perro guardián del Sáhara , Marruecos, perro tan sarnoso como lo había sido, era y es, la triste monarquía española. Las coronas borbónica y alauita estrecharon vínculos (dios los cría y el viento los amontona) y los respectivos gobiernos hicieron lo propio. ¿El resultado?. Obvio: acuerdos de pesca con Marruecos que permiten a los estado español y francés esquilmar las aguas del sáhara (144 mill. hasta 2011); que en 2008 la industria armamentística ESPAÑOLA le hiciera ventas a Marruecos por 113 mill; que las empresas marroquíes puedan explotar los fosfatos en los que es rico el Sáhara Occidental, no así la zona liberada por los Polisarios, en su mayoría terreno yermo; o, importante dato, que el estado español goce de una frontera más, ocupada militarmente, desde la que frenar la inmigración subsahariana etc. Mientras toda esta realidad económica neocolonial tomaba cuerpo, nuestros dirigentes no podían ser menos y se ponían a la altura del guión. Un González comprometido con la historia renegaba de sus promesas (quizás pensaba, como Fujuyama, que la historia había muerto) y expulsaba en 1985 al embajador del Frente Polisario en nuestro estado mientras iba entablando “relaciones” con la monarquía marroquí y no hace mucho, en firme reconocimiento de su promesa, ordenó construirse una mansión en Tánger, para estar más cerca de su victoria final suponemos.

Los datos anteriores son más que suficiente para poder afirmar, cuando se quiera expresar repulsa por el sufrimiento del pueblo saharaui, que hay culpables y responsables. Las camisas blancas que llevan nuestro actual presidente y su ministra de defensa, o las que lleva el rey en sus estelares apariciones, o Aznar o Suárez, son camisas manchadas de sangre, y por desgracia ésta no es suya, es de un pueblo. Y todo eso se puede decir, se debe recordar, porque los poderosos del juego no van a señalar tan fácilmente a ningún culpable, ya que de hacerlo se verían reflejados en aquel proverbio que decía aproximadamente: Cuidado al señalar a alguien con el índice porque cuando lo haces tus otros tres dedos apuntan hacia ti. Entretanto un pueblo señala a sus verdugos con todos sus dedos, y el día que esos dedos se cierren en puño y golpeen, entonces ya verán como los poderosos sí que condenan y señalan…

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Karlos Bernabé Martínez
Militante IU Orihuela

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