Muy
a menudo las palabras no son el vehículo a través del que conocemos
la realidad sino el maquillaje con el que la ocultamos. En política,
ese arte es recurrente. Según el lenguaje cotidiano, el pasado
sábado coincidieron en tiempo y espacio dos concentraciones: una
reivindicando la República y otra a favor del derecho a la vida.
Pues bien, si desnudamos lo que a ambas concentraciones subyacía
nos encontramos con que, a decir verdad, una concentración era a
favor de la vida y la otra en contra del aborto, que son cosas bien
distintas.
Los detractores de los derechos reproductivos decían defender el
derecho a la vida de los “no nacidos”. Bien, ¿y qué hay de los
sí nacidos?: ¿qué pasa con esos niños paridos en
hospitales públicos cada vez más deficientes?, ¿y las niñas que
pasan hambre en las escuelas públicas?, ¿qué decir de los niños
pertenecientes a ese 20% de pobres reconocidos en España?, ¿y las
niñas que ven cómo los bancos amenazan con quitarle el techo bajo
el que crecen? Aducirán algunos que nada tiene que ver la
concentración contra el aborto con estas cuestiones. Falso: cómo
negar las conexiones de estos grupos con las fuerzas políticas más
conservadoras y retrógradas de nuestro triste país. Y es que, las
más de las veces, los mismos grupos de presión que constantemente
demonizan el derecho de la mujer a ser dueña de su propio cuerpo,
son aquellos que respaldan a las fuerzas políticas más
conservadoras. Así que sí, tiene todo que ver, pues la mayoría
de quienes ladran contra el aborto son los que se olvidan de los
crímenes de lesa humanidad que, el gobierno del PP ahora, y el del
PSOE ayer, cometen poniendo el derecho a la riqueza del capital por
encima del cumplimiento de los derechos humanos.
En cualquier caso, quizá para algunos la cuestión vaya sólo
con los “no natos”. Hablemos entonces de los “no nacidos”:
¿qué pasa con los niños aún no nacidos (las futuras generaciones)
que no tendrán derecho a disfrutar los recursos naturales de la
tierra por culpa de quienes defienden un sistema económico
radicalmente incompatible con la sostenibilidad del medio ambiente?,
¿y los no nacidos que nunca nacerán dado que las jóvenes llamadas
a engendrarlos no tendrán un trabajo digno con que mantenerlos?,
¿qué pasa con esas niñas que jamás se gestarán dado que las
parejas que habrían de concebirlas se separan y renuncian a su amor
por culpa del exilio al que los mercados les condenan?, ¿ y el niño
no nacido que ya late dentro de un vientre inmigrante al que niegan
el derecho a la sanidad?, ¿qué sucede con esa niña que no tendrá
tiempo para pasear con sus padres porque éstos tendrán que estar de
sol a sol sirviendo copas en casinos a multimillonarios?, ¿qué pasa
con el derecho a la vivienda, la educación, la sanidad y la dignidad
que los no nacidos no verán al nacer si seguimos por estos
derroteros?
No
nos confundamos, el pasado sábado, quienes decían defender el
derecho a la vida lo único que defendían es el pretendido derecho
de la iglesia católica a marcar dónde y cómo empieza y acaba la
vida. Sin embargo, quienes estábamos a unos metros, bajo una bandera
tricolor y otra saharaui no hablábamos sólo de república.
Hablábamos de democracia, sanidad, educación, vivienda,
justicia….de aquello que, en definitiva, conforma el derecho a una
vida digna. Y es que, desde hace largo tiempo y por mucho que a
algunos les pese, en esta tierra la defensa del derecho a la vida es
anticapitalista y republicana.
Karlos
Bernabé
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